Nos conocimos como hace diez años. Estábamos en un bar en Miraflores. Nuestros respectivos novio y novia no habían podido salir con nosotros. Nos hallábamos en una mesa de cuatro. Después de unos veinte minutos él me hizo una pregunta y bastó para que la conversación no terminara jamás. Hablamos de todo, y el resto del mundo dejó de existir. Comenzamos con las últimas películas que habíamos visto en el cine y a partir de ellas de todo lo demás. Ni siquiera lo había mirado bien. Era guapo, más alto que yo y de mi mismo color de piel, ojos y pelo. Pero eso no fue lo que me impresionó, sino el descubrir en menos de una hora que nuestra percepción de casi todo era la misma.
Nunca voy a olvidar esa tarde, después de esa noche, en la que quedamos en ir a El Olivar a tomar fotos y no tomamos ninguna. Hasta que anocheció hablamos de nuestras vidas, o de lo que eran en ese momento, hace ya tanto tiempo. Creo que fue la primera vez que me enamoré de él, porque luego siguieron otras dos más.
Desde ese día nos hicimos inseparables. Le hice enamorarse de Mar de Copas y con esa excusa nos veíamos cada fin de semana en los conciertos. Lo hice salir de sus sitios de siempre en Monterrico para encontrarnos en Bauhaus, el Kitsch, el Sargento, La Noche y de cuando en cuando alguna discoteca de moda, donde nos veíamos con otras personas al lado y sentíamos celos casi salvajes. Un año nuevo en Asia me hizo llorar entre varios tequilas verlo pelear por otra chica. Sé, por que lo sé ahora, que él pasó por lo mismo al verme pasar de unos brazos a otros.
Él se mudó a Barcelona porque le dije que era la ciudad más linda del mundo y porque se había aburrido de extrañarme en Miami. Hemos compartido Nueva York en Año Nuevo, Disneyworld en verano, San Ramón, Huancayo, Ayacucho y otras muchas provincias de Perú, Guatemala en primavera y Barcelona en todas las estaciones climáticas y emocionales del año.
La mejor ropa interior la he tenido puesta cuando tuve que dormir tres meses a su lado. A mí siempre me gustaron sus boxers. Me ha tomado tres mil fotos que nunca he visto porque no me gusta que me fotografíen. Pero ahora que vivo en Lima tengo al lado izquierdo de mi cama una foto de los dos mirando un lago.
Él sabe todo de mí: que la única comida que odio es el yogurt, que mi color preferido es el azul -aunque siempre me visto de negro-, que me gustan los zapatos, ver las películas de Wong Kar-wai y cocinarle comida india o estofado de pollo.
Yo sé todo de él: cree que aún no ha encontrado su camino en la vida pero yo sé que sí y me siento orgullosa. Para darme cuenta solo me ha bastado saber cómo trata a las personas que respeta, cómo me trata a mí. Me hace feliz, me hace reír y le gusta estar siempre conmigo. Lo mismo hará con el hijo imaginario del que siempre hablamos.
Nunca olvidaré un montón de cosas que hemos compartido. Amantes, aventuras y amores de verdad. Borracheras, comilonas, amigos y viajes. Permanecerá en mi memoria la mañana después de una larga noche de copas, en la que entró a mi habitación y los dos casi desnudos nos abrazamos en la oscuridad alumbrados por las luces de colores en forma de estrellas que me acababa de comprar y oyendo mi último CD de Radiohead.
Tengo que decir que él ha hecho lo que nadie hizo por mí: el haber cruzado el mundo para encontrarnos en otro país con la única condición de que no vuelva a llorar por un tipo que no valía la pena. Creo que nadie ha hecho un viaje tan largo por mí.
Este setiembre nos vamos a París, ciudad que ya conocemos los dos pero a la que queremos ir juntos, solo por que le dije una vez hace tiempo que ansiaba ir con alguien a quien quisiera de verdad.
Me olvidé de decir que nos casó un panadero de Villasar de D´alt el verano del 2003. Fue un día feliz y en el momento de decir “Te amo” por pura finta lo hicimos de corazón.
Seguro se preguntan por qué él no es el novio que busco. A pesar de haberme enamorado de él dos veces en el tiempo que nos conocemos, prefiero que sea mi mejor amigo para siempre que un novio que en algún momento no quiera volver a ver.
Para mí es el hombre perfecto, mi alma de repuesto, mi refugio y se llama Joaquín. Vive en Barcelona y sé que me quiere, y eso es suficiente para jamás sentirme sola. Es el amigo de esos que no sabía que existían, como Jose y Fabricio; y eso es suficiente para no querer que sea un novio con fecha de expiración.
Sé, por las veces que hemos reído y llorado, que jamás lo voy a perder. Ojalá el novio que venga, que vendrá, lo quiera como yo, para siempre. Y que me quiera como él me quiere, con bondad, con paciencia y una confianza que siempre ha trascendido fronteras de tiempo y espacio estúpidas que vamos a seguir cruzando juntos.
[Publicado por Alicia Bisso en 22 de Junio 2007 4:54 PM]
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