En una playa de entonces, después de recoger las piedras que habían traído las olas, erosionadas por la rutina, te acercaste empapado a verme.
La sal mojaba tu ropa interior y se calaba tu sexo.
¿Dónde varará tu espuma de mar ahora si no es en mi cuerpo?
¿En qué cama con ácaros?
¿En qué desguace de coches?
¿Dónde encontrarás abrigo
si no es en mi tibio abdomen?
En una calle de entonces, con la excusa de que estaban apagadas las farolas, inundadas de desidia, me diste un beso a escondidas como siempre.
La luna brillaba esa noche y perfilaba tu rostro.
¿A quién lanzarás ahora tus afilados te quiero?
¿A qué payaso triste?
¿A qué mendigo sin nombre?
¿Dónde encontrarás abrigo
si no es en mi tibio abdomen?
(Cuatro años de luna).