Me tiemblan las manos y los pies cuando me pongo a escribir. Vuelvo a tocar, aún caliente, el asiento del coche al bajarte, como hacía antes, imaginando que sigues ahí conmigo aún después de dejarte en casa, escuchando las canciones que cuidadosamente selecciono para ti.
Me tiembla la boca al hablarte. Te cuento historias de tristeza y tiempos mejores. Te acaricio siempre detrás de la línea. Te retengo a mi lado todo lo que puedo. Y cuando te vas sigo pensando que estás ahí, en el asiento de mi coche, escuchando las canciones que cuidadosamente selecciono para ti.
Miento tanto y tan bien que me creo merecedor de tu sonrisa, de tu cuerpo y de tu pelo sin límites ni horarios.
Miento tan bien y tanto que me pregunto por qué al bajarte no lo haces llorando.
Miento tanto y tan bien que me creo.
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